viernes, 18 de marzo de 2016

La puerta abierta

Esta semana estuve pensando varias veces en lo agradecida que estoy por cosas que he aprendido gracias a mis amigos. Pero naturalmente llegó un momento de autocrítica donde pensé: ¡rayos! y ¿qué les aporto yo a mis amigos? Y no nada más a ellos sino también a mi familia y en su momento, a algún novio o prospecto.

Luego de un montón de pensamientos tarugos sobre cómo no les aporto nada me di cuenta que cuando menos con cuestionarme sobre ello es obvio que tengo la disposición, plenamente consciente, de que quiero aportarles algo y poco a poco lo iré logrando. 


De aquí parto para mejorar en mis técnicas de repartición de alegría, por más gay que se escuche; algo de conocimiento, por lo general auspiciado por google pero igual; apoyo moral para llevar a cabo alguna idea o pensar muy fuerte en cómo resolver un problema. 


Todo esto me recordó una cápsula de Facundo donde trataba de desmentir el mito de que los canadienses siempre dejan la puerta abierta, sólo para darse cuenta que efectivamente jamás la cierran. Y así, me parece una buena metáfora pensar que si hemos recibido buenas cosas de otros, es menester responderle al universo de manera igualmente buena onda. Dejando la puerta abierta. 





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