miércoles, 11 de enero de 2012

De como hacer que las vacaciones sean deprimentes.

Acabo de recordar que he roto algunas promesas. La primera y más importante es la de escribir por el puro gusto y la segunda la cumpliré después. Por lo mientras he decidido que escribiré más de esas cosas que parecen triviales pero comienzo a creer, que en el largo plazo, serán un verdadero problema.

Un par de personas sentadas en la misma mesa esperan el desayuno. Una de ellas saca su smartphone y comienza a teclear, o su equivalente sobre la touchscreen. A veces frunce el ceño sin darse cuenta y se le marcan unas arruguitas en medio de las cejas, a veces sonríe un poco, y el resto del tiempo parece que está frente a una partida de póquer. Comparte unas palabras al mesero y continúa ávida de enterarse de cuánta cosa puede absorber en el poco tiempo que le queda frente al instrumento.

Instrumento de tortura para su hermana que permanece casi inmóvil frente a ella. Apenas un par de palabras compartidas durante la hora que dura el almuerzo pero que más bien, parece una eternidad. Una mañana aburrida, seguida por una tarde todavía más aburrida. Y sin embargo, esta que mantiene la mirada alejada y las manos libres está serena pero consciente de la soledad de su hermana. Tan triste ella, por ser aplastada por un aparato de unos cuantos gramos. "Tú pinche celular", se repetía.